Los alemanes tienen que prepararse para unos meses más de crisis antes de que la economía empiece a ver la luz al final del túnel. Ese fue el mensaje del ministro de Economía y Clima, el verde Robert Habeck, al presentar las previsiones de otoño del Gobierno germano. Que nadie espere crecimiento económico este año, porque no lo va a haber. En su lugar, y a diferencia de las proyecciones de primavera, sustancialmente más optimistas, los economistas de su departamento prevén que el productor interior bruto (PIB) se contraiga un 0,4%. “Estamos saliendo de la crisis más lentamente de lo esperado en un entorno geopolítico difícil”, reconoció Habeck durante una rueda de prensa en Berlín este miércoles.
Alemania necesita más tiempo para recuperarse de los efectos del aumento de los precios de la energía tras la guerra de agresión rusa contra Ucraia, combinados con la debilidad de la economía mundial, pero la situación mejorará con la llegada de 2024, según el ministro: el año que viene la economía germana crecerá un 1,3%. Para 2025 el Gobierno espera un crecimiento del 1,5%. “Estamos saliendo del hoyo; las cosas vuelven a mejorar”, afirmó.
La esperanza de mejora se basa esencialmente en la caída de la inflación, la bestia negra de la recuperación alemana. Tras un aumento de los precios del 6,1% en agosto, la Oficina Federal de Estadística confirmó este miércoles que el IPC se situó en septiembre en el 4,5%, la tasa más baja desde el comienzo de la guerra en Ucrania. Los precios bajarán al 2,6% en 2024 y al 2% en 2025, según las previsiones del Ministerio de Economía.
El ministro atribuye el hecho de que la economía alemana evolucione de forma más débil de lo previsto a las “secuelas de la crisis de los precios de la energía, la necesaria lucha del Banco Central Europeo contra la inflación y el debilitamiento de importantes socios económicos mundiales”. No es posible estimular el crecimiento de China desde Berlín, afirmó Habeck.
A finales de septiembre, los principales institutos de investigación económica ya habían rebajado sus previsiones económicas. Para este año esperan un descenso del PIB del 0,6%; para el próximo, un aumento del 1,3%. El Fondo Monetario Internacional es más escéptico en su nueva previsión, conocida esta misma semana: espera que la economía alemana crezca solo un 0,9% en 2024, mientras que la francesa lo hará un 1,3%. La economía de Estados Unidos evolucionará aún mejor. Este año Alemania cerrará en números rojos (-0,5%) según el FMI, lo que la convierte en el único gran país industrializado que no crecerá en 2023.
Las cifras conocidas este miércoles no suponen una sorpresa, pero probablemente azuzarán el debate, surgido ya en verano, sobre si el Gobierno de coalición de socialdemócratas, verdes y liberales está haciendo lo suficiente para combatir la debilidad de la economía. Este viernes el Parlamento debatirá en primera lectura la llamada Ley de Oportunidades de Crecimiento, propuesta por el ministro de Finanzas, el liberal Christian Lindner. El texto prevé un paquete de ayudas a las empresas de 7.000 millones de euros al año en un momento en que las patronales llevan semanas advirtiendo de la amenaza de la desindustrialización. Las asociaciones empresariales exigen bajadas de impuestos y, sobre todo, reducción de los precios de la energía.
El Ejecutivo de Olaf Scholz está preocupado por la pobre imagen que se está dando de la economía alemana en el mundo. Tanto el canciller como el ministro de Economía y Clima han pedido que no se hable mal del país. Habeck publicó a mediados de septiembre un artículo de opinión en The Economist en respuesta a la controvertida portada que publicó esta revista en la que se preguntaba, con signos de interrogación, si Alemania volvía a ser el hombre enfermo de Europa, en referencia a la denominación que se usó a finales de los años noventa del siglo pasado para referirse a Berlín. En el texto el ministro niega la mayor: Alemania no es el enfermo de Europa, sino que solo está “ligeramente mal de forma”, asegura.
Habeck reconoce en el artículo que el país se enfrenta a grandes retos y que tiene que hacer “grandes cambios estructurales”, expresión que usó también este miércoles. De entre todos ellos -el retorno de la geopolítica, la transición hacia la neutralidad climática…-, destaca uno: el cambio demográfico y la escasez de personal cualificado. “Las empresas buscan desesperadamente trabajadores, los talleres tienen que rechazar pedidos y las tiendas y restaurantes tienen que limitar sus horarios de apertura”, aseguró en la presentación de las previsiones económicas. “Y no se trata sólo de trabajadores cualificados: notamos en absolutamente todos los sectores que sencillamente faltan trabajadores”, añadió.
Los retos a los que se enfrenta la cuarta economía mundial y la primera europea amenazan con poner fin a casi dos décadas de bonanza, pero Habeck destaca habitualmente los 80.000 millones de euros en grandes inversiones que las empresas han previsto hacer en Alemania, según las previsiones de su ministerio.
Mientras se materializan, la escasez de trabajadores sigue siendo “el problema estructural más acuciante”, por lo que Habeck aboga por incorporar a los refugiados al mercado laboral lo antes posible. El Gobierno quiere facilitar que parte de esa falta de mano obra se cubra con solicitantes de asilo, de forma que abandonen el sistema de ayudas sociales y pasen a engrosar las listas del empleo. La cuestión es cómo hacerlo, algo que deberán tratar los socios de Gobierno en las próximas semanas o meses, en paralelo a la controversia actual sobre el aumento de la inmigración irregular que está provocando críticas al Gobierno y aumentando el apoyo a la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).
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