Sabe Daniel Evans enredar, buscar las cosquillas por un lado u otro. Tiene golpes, inteligencia e imaginación el inglés, cuchillo jamonero en mano todo el día, cortando fino de revés y sin parar, loncha a loncha con la pretensión de sacar de sus casillas a Carlos Alcaraz, quien asume, se arremanga y rema durante un buen rato a contracorriente. Nada nuevo; lo previsible, pero no por ello fácil. Sabía el español por dónde iban a ir los tiros y qué le esperaba. El inglés, tipo tozudo además de estratega, es de los que suele plantear duelos laberínticos como el de este lunes en Shanghái, donde se disfruta de un equilibrado enredo definido finalmente a base de paciencia por el de El Palmar: 7-6(1) y 6-4, en 2h 23m. Muchas veces, la calma lo es todo.
Celebra Alcaraz después de un pulso de lo más peliagudo, de esos con curvas y más curvas. Espinas aquí y allá. Ni un instante de tregua. En el banquillo del murciano los miembros de su equipo dibujan muecas y sin decir nada, lo dicen todo. “Fuera de los Grand Slams, este ha sido uno de los partidos más duros que he jugado este año”, corrobora a posteriori el protagonista, exigido a un constante y enrevesado cambio de marchas que ya experimentó hace no demasiado. Fue en Nueva York y enfrente estaba, cómo no, Evans. Era septiembre y el británico logró arañarle un set. Esta vez no obtiene bocado alguno, pero durante casi dos horas y media exige a Alcaraz un ejercicio de control supremo.
“La clave es estar ahí todo el rato, mentalmente fuerte. Él ha sido más agresivo que otras veces”, cuenta a los periodistas el vencedor, que se medirá en los octavos del torneo con el búlgaro Grigor Dimitrov, superior el búlgaro a Karen Khachanov en el turno anterior (7-6(6) y 6-4). “He tenido muchísimas oportunidades, pero no he aprovechado casi ninguna. Lo fácil hubiera sido bajar un poco, pero lo fundamental era esperar las oportunidades y confiar en que iba a tener más”, precisa refiriéndose al curso radicalmente opuesto de los dos parciales: van esfumándose opciones en el primero y atina Evans (33º del mundo) cuando debe, y perdona el británico en la continuación y él hinca el diente.
“Hubiese sido muy fácil haberme ido mentalmente”, incide el español, “pero me he mantenido firme”. Hasta el décimo intento, Alcaraz no acierta a lograr el break; una de 13 en la primera manga, en la que remonta un 4-1, por una de una de Evans, que en el segundo propone todavía más, pero no acierta a rematar. Convierte el de Birmingham una de cinco y pese a comenzar otra vez a favor, rotura y 0-40 en su mano, pierde filo y después va cediendo ante la pérdida de energía –33 años en el DNI– y la velocidad de crucero impuesta por el rival. Ahora sí, piano-piano, el murciano no falla en el mordisco: dos de dos. Sortea otra vez la trampa y aprieta de nuevos los dientes hasta que neutraliza la fórmula e impone su pegada profunda.
La pócima del temple –hora y media el primer set, con un juego extendido hasta 19 minutos– le guía hacia los octavos del torneo chino, donde se encontrará el miércoles con otro tenista de revés a una mano. Otro veterano. Dimitrov, lo que pudo ser y no fue. Una lástima. Guerrea hoy día sin pena ni gloria, aunque mantiene peso en el ranking (19º). “Ya hemos jugado grandes partidos entre nosotros”, transmite Alcaraz, ganador en los tres precedentes. “Tiene un juego espectacular, mucho talento. Intentaré que no domine”, agrega al cierre de una jornada que se ha llevado por delante al estadounidense Tayor Fritz, superado por Diego Schwartzman, y también al griego Stefanos Tsitsipas, batido por Ugo Humbert y todavía desorientado: caída en el estreno de Pekín, solo un paso más en Shanghái.
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