Las relaciones entre Armenia y Azerbaiyán afrontan su “momento de la verdad” después de que Bakú haya recuperado el control del enclave Nagorno Karabaj, perdido hace más de 30 años. Los dos países deben decidir si alimentar una enemistad ancestral o llegar a un compromiso, doloroso en el caso de Armenia, que permita abrir nuevas posibilidades para el desarrollo de un amplio territorio enquistado entre Asia y Europa.
Esta periodista habló por separado con dos respetados expertos, Guergui Derluguián, profesor de la Universidad de Nueva York en Abu Dabi y Leila Alíeva, responsable del programa de Estudios Rusos y de Europa del Este en la Escuela de Estudios Globales y Regionales de la Universidad de Oxford.
El presidente azerbaiyano, Iljam Aliyev, se ha comprometido oficialmente a respetar los derechos de los armenios de Nagorno Karabaj ¿Cumplirá su promesa?
“Aliyev respetará los derechos de los armenios en la medida en que respeta los derechos de sus propios ciudadanos y tanto como Sadam Husein los respetaba en Irak”, afirma Derluguián. Azerbaiyán, que fue una avanzada república desde principios del siglo XX, “es ahora una dictadura típica de Oriente Próximo”, continúa. “Los armenios residentes en Nagorno Karabaj se pueden considerar afortunados si logran marchar de allí con sus cosas”, apostilla. “Puede que Bakú intente conservar pequeñas comunidades armenias para mostrarlas como en un zoo, para que se vea que son tolerantes”, señala.
Alíeva es más optimista: “El conflicto de Nagorno Karabaj se esgrimía para justificar la represión y la centralización en Azerbaiyán. Resolverlo puede conducir a una apertura política. Creo que Aliyev respetará los derechos básicos de los armenios y que es consciente de las graves consecuencias que le acarrearía no hacerlo. Hasta ahora, sus intervenciones [de Aliyev] iban dirigidas a convencer a la comunidad internacional de que mantenía una lucha legítima contra formaciones militares [armenias], y no contra civiles. Ahora, ha dicho que va a crear condiciones para los armenios que quieran quedarse y sus palabras generan esperanza”, dice la experta.
Interpelada sobre cuál sería su actitud si ella misma fuera residente en Nagorno Karabaj, Alíeva admite que “huiría”. “Estaría asustada”, explica, “y no por Aliyev”, “sino por el temor acumulado durante toda la historia previa de este conflicto, cuando hubo éxodos mucho más dramáticos de refugiados y desplazados de estas zonas con resultados mucho más violentos [que ahora]”.
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“Éxodo trágico e inaceptable”
En su opinión, “el éxodo actual, siendo trágico e inaceptable, es pacífico y bien organizado, aunque la gente teme la venganza debido a esa historia previa y sangrienta del conflicto”.
Derluguián y Alíeva coinciden en que los pacificadores rusos tienen los días contados en Azerbaiyán, al desaparecer la razón de su presencia allí. Otra cosa es cómo pueden conseguir los rusos permanecer en la región. Según Derluguián, “los pacificadores tenían instrucciones de ayudar a los azerbaiyanos y contemplaban impasibles cómo estos creaban puestos de control en el corredor de Lashin”.
El experto compara la tibia actitud de los rusos en relación con la comunidad armenia de Nagorno Karabaj con su expeditiva reacción en 2008, cuando el Kremlin envió a sus tanques a proteger a los secesionistas de Osetia del Sur del intento de Georgia de someterlos. Alíeva subraya el contraste en las reacciones de “los países occidentales que durante décadas asumieron los argumentos armenios y desoyeron los azerbaiyanos”. A fines de los ochenta, los armenios obligaron a huir a los azerbaiyanos que vivían en Nagorno Karabaj y aquel éxodo es parte de una cadena de limpiezas étnica de las que ambas partes fueron responsables.
“La gente en Azerbaiyán se considera objeto de un enfoque muy discriminatorio. Todos los azerbaiyanos fueron expulsados de Armenia y la parte azerbaiyana ve una asimetría y una discriminación sobre la percepción de la realidad, no solo por parte de Armenia, sino también por parte de la comunidad internacional”, dice Alíeva.
Para la experta, estamos ante el fin de la “política colonial” practicada por Rusia y Occidente en los países del Cáucaso. Occidente ha actuado en el marco de esta lógica colonial, al no reaccionar de forma igual a la violación de derechos y normas cuando afectaban a los azerbaiyanos o cuando afectaban a los armenios, sentencia.
Ese “trato desigual ha hecho que la reputación y la influencia de la UE y EE UU hayan disminuido mucho (en Azerbaiyán)” y que “la sociedad azerbaiyana haya concluido que Occidente es racista y xenófobo con ella por ser musulmana y por hablar el turco”, dice Alíeva.
“La UE y EE UU deben reconsiderar seriamente su política porque se implicaron de forma insignificante en el conflicto (de Nagorno Karabaj)”. “En general los conflictos congelados han resultado muy peligrosos para la seguridad y, como se ha visto en Ucrania, pueden convertirse en una amenaza global,”, advierte la experta.
“Liberarse de Moscú”
“En la descolonización a la que asistimos, ambas partes (Armenia y Azerbaiyán) tratan de librarse de Rusia en su propio estilo y entienden que Nagorno Karabaj es todavía un instrumento de Rusia para mantener a ambas partes bajo control”, dice Alíeva.
Derluguián considera “evidente” que Rusia está intentando echar del poder al primer ministro de Armenia, Nikol Pashinián. “Tendrían que ser idiotas para no hacerlo y lo manifiestan abiertamente”, señala. “Si las fuerzas prorusas de Armenia derrocaran a Pashinián, Rusia podría quedarse allí, pero ¿cómo puede funcionar una base militar rusa en un país con las condiciones geográficas de Armenia? ¿Acaso Rusia puede abastecer su base en Armenia por el territorio de Georgia? Es una base inútil, sentencia. “Rusia ya perdió el Cáucaso”, remata el profesor.
Derluguián es escéptico sobre la posibilidad de que Occidente ayude militarmente a Armenia y considera “lógico” que “Turquía y Azerbaiyán ahora intenten un golpe contra Armenia”. “Y tendrán que aniquilar a Armenia porque, de lo contario, habrá una venganza. Esto es Oriente, hay que matarlos a todos, porque de lo contrario, habrá una guerra diez años después”.
Por su parte, Alíeva no cree que el presidente de Azerbaiyán, cualquiera que fuera su retórica, intente conquistar territorio armenio reconocido internacionalmente. ”La acción militar de Azerbaiyán (en Nagorno Karabaj) ha sido la respuesta a la inacción de la comunidad internacional para obligar a cumplir con las normas del derecho internacional”, explica.
“Pese a cuatro resoluciones de la ONU, durante más de 25 años, la comunidad internacional aceptó tranquilamente que el 20% del territorio de Azerbaiyán estuviera ocupado tras una limpieza étnica (de azerbaiyanos expulsados por los armenios)”, dice la estudiosa.
La legitimidad de las reivindicaciones de Aliyev sobre Zanguezur (la zona armenia por donde debería pasar un corredor de transporte desde Turquía a Bakú), están en realidad basadas en la igualdad de derechos y no en el concepto de nuestra tierra histórica. Se trata del derecho de las partes de tener rutas de comunicación”.
Si el corredor de Lashin (que une el Alto Karabaj con Armenia) es legítimo, también lo es el que Azerbaiyán necesita para que los residentes en Najicheván (enclave azerbaiyano) puedan salir del aislamiento y conectarse con el principal territorio de Azerbaiyán”, aclara Alíeva.
En su opinión, Azerbaiyán y Turquía están interesados en colaborar con Armenia. Derluguián, en cambio, cree que “Turquía, Irán y China llevan una guerra contra Occidente y Occidente no lo entiende. Turquía solo tiene que esperar a que los occidentales se exterminen entre sí”, dice.
Nikol Pashinián, “está tratando de cambiar el paradigma de seguridad que está en la raíz del conflicto y que se basaba en la reunificación de las tierras históricas”, dice Alíeva. En vez de la “reunificación de las tierras históricas”, aspira a “una Armenia independiente interesada en tener relaciones pacíficas con sus vecinos”, explica la experta.
“Armenia es el escenario para un enfrentamiento. Es vulnerable y puede ser atacada por cualquier sitio”, sentencia Derluguián.
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